lunes, 6 de junio de 2011

¡Vaya nochecita!

De aquella espantosa noche guardo pocos recuerdos, aunque tampoco hago muchos esfuerzos para intentar recordar lo sucedido, supongo que lo mejor en una situación así, es olvidar cuanto antes mejor y pasar página para volver a la normalidad. Me explico, era un viernes por la noche y siguiendo la rutina de cada semana, Marta, Juan y un servidor, Luis, habíamos salido a disfrutar la noche, primero en un bar musical y mas tarde en una discoteca de las afueras de Barcelona. Nos lo pasamos en grande bailando en la pista y las horas pasaron volando. A las cinco de la mañana, hora habitual de iniciar el camino a casa, salimos de la disco y mientras Juan fue a buscar el coche al parking, Marta y yo aprovechamos para ir tranquilamente al servicio sin imaginar lo que se nos esperaba a continuación. Al salir de los lavabos, Juan todavía no había llegado, y empezamos a preocuparnos un poco.

-María: ¿No tendría que estar ya aquí?
-Luis: Supongo que sí, pero ya sabes como es Juan, se despista hasta con una mosca que pasa volando.
-María: ¡Si pero el problema es que a esta hora no hay moscas!
-Luis: Para ser tan tarde, veo que conservas el humor, sigue así
-María: Vamos a buscarle, se debe haber quedado dormido en el coche.

Nos dirigimos hacia el aparcamiento y la sorpresa fue mayúscula cuando vimos que no había ni rastro del coche y lo más preocupante, que Juan tampoco estaba. ¿Pero como podía ser que nos hubiera dejado plantados? Sin tiempo a reaccionar se nos acercaron unos jóvenes:

-¿Buscáis al chaval del Ibiza negro?
-María: Sí, le estamos esperando para marcharnos pero no aparece
-Pues no busquéis mas, se ha marchado con tres hombres que por cierto no tenían muy buena pinta, a nosotros nos ha dado mala espina.

Quedaba claro que algo grande y feo estaba pasando, y en seguida llamamos a la policía. En cinco minutos los agentes estaban en la disco haciéndonos preguntas y mas preguntas e intentando resolver un caso que yo resolví en un plis-plas cuando de pronto me sobresalté al oír a mi madre exclamar:

-¡Juan, despierta, que ya ha sonado el despertador, llegarás tarde al instituto!

¡Fin de la pesadilla, ufff!





Pau Maestre


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